Antonio Amigo Sánchez

Nació el 7 de abril de 1908 en Cortegana, un pueblo de la sierra de Aracena y picos de Aroche, al norte de la provincia de Huelva. Fue el mayor de los cinco hijos del matrimonio formado por Víctor Amigo Coronado y Francisca Sánchez Sánchez. El padre era veinte años mayor que la madre, por quien Antonio sentía un amor incondicional. Al morir su padre, Antonio tuvo que hacerse cargo de la familia. Según la hermana Dolores, Antonio era muy trabajador y le gustaban las tareas del campo. Fue también arriero y trabajaba en labores relacionadas al corcho en empresas de la comarca dedicadas a su procesamiento. Antonio se dedicó además al contrabando de café, que transportaba en cántaros de barro a lomos de mula y vendía en las zonas mineras más cercanas a Cortegana.

Al estallar la guerra civil, la agitación se apoderó de Cortegana y un amigo conminó a Antonio de abandonar el pueblo por haber sido señalado. Según Dolores, “a mi hermano lo denunciaron dos personas adineradas que se dedicaban a la compra y venta de corcho”. El 20 de agosto de 1936, el mismo día en que los franquistas ocuparon a sangre y fuego Cortegana, Antonio dejó su pueblo para no volver nunca más. Huyó en dirección a la aldea de Las Cefiñas en el vecino pueblo de Aroche. Atrás quedó la familia: su madre, sus hermanas, su mujer Ángeles García y su hija María, a quien llamaban cariñosamente Maruja.

Foto: Francisca Sánchez Sánchez

Cuando la guardia de asalto buscaba a Antonio en su casa, trataron de convencer a la madre de que no le pasaría nada si regresaba y que ellos mismos le darían un salvoconducto.

Francisca fue entonces hasta Las Cefiñas en busca de Antonio, pero ya no estaba allí. Dolores siempre creyó que si Francisca hubiera dado el mensaje a Antonio y este hubiera vuelto a Cortegana, los franquistas lo habrían matado como hicieron con muchos otros vecinos. Durante algún tiempo, los guardias registraban cada cuatro días la casa a las cuatro de la madrugada.

El hermano de Antonio, Pepe, fue reclutado a la fuerza por los nacionales y combatió en el frente de Madrid. Allí fue herido y regresó enfermo y lleno de metralla a Cortegana, donde falleció siete meses más tarde. Sin Pepe y sin Antonio, las cuatro mujeres tuvieron que salir adelante cultivando el terreno heredado de la familia. A través de gente del pueblo, la madre y las hermanas recibían noticias de Antonio. Que se había ido a Extremadura y se había enrolado en el ejército de la República, que combatía en Don Benito y luego en Madrid, donde perdieron su pista.

Tiempo más tarde, la familia recibió carta de Antonio desde Francia. Residía en Burdeos en la hospedería del Bar Joan sito en Cours de la Somme, y por un tiempo estuvo en Chalón-Sur-Saone, cerca de Lyon. Antonio tenía compañeros españoles como José Márquez, Ángel Hermoso, y Constancio Castilla Cañado (“culo roto”), vecino de Aroche. En una carta muy recordada por su hermana Dolores, decía a su madre Francisca: “mamá no pases necesidad, vende lo que tengas que vender, te giro “x” dinero, yo estoy bien en Burdeos.”

Cuando Franco permitió el retorno de los exiliados, algunos volvieron a Cortegana. Un día uno de ellos pidió a Francisca que hiciera un poder a su vecino José Menguiano “casino”, exiliado también en Burdeos y con idea de regresar al pueblo, para que trajera consigo las pertenencias de Antonio, pues había sido apresado por los alemanes y no se sabía desde entonces nada de él. Francisca recibió su maleta en septiembre de 1945, y comprendió que era el certificado de defunción del hijo querido. Dolores se casó en diciembre y su madre le obligó a hacerlo de “negro medio manto”. La madre sufrió lo indecible por la pérdida de sus dos hijos. La mujer de Antonio no quiso saber más sobre Antonio y decidió casarse de nuevo, su hija María fue criada por su abuela Francisca. Dolores veía a su madre levantarse con ojos llorosos y acostarse llorando. Su nieto Félix la recuerda siempre triste y vestida de negro.

Francisca enterró a su hijo Pepe en tierra sin lapida ni crucifijo, y dejó dicho que ella quería ser enterrada del mismo modo y sin su nombre porque Antonio había muerto anónimamente. Y así fue enterrada, sin lapida, ni crucifijo ni señal alguna, para que nadie supiera donde se encontraban los restos de Francisca Sánchez Sánchez.

Pasaron muchas décadas hasta que la familia volvió a tener noticias de Antonio Amigo. Fue en 2005, cuando los autores de “Andaluces en los campos de Mauthausen” comunicaron a la hermana Dolores, la única todavía con vida, que había sido deportado el 21 de Mayo de 1944 al campo de concentración de Neuengamme en Hamburgo, donde falleció en fecha desconocida.

Foto: Dolores Amigo Sánchez (Foto de Ricardo Martin, libro Andaluces en los campos de Mauthausen)

En 2018 el Archivo Arolsen de Alemania se puso en contacto con el hijo de la ya fallecida Dolores, Félix Gómez Amigo, para hacerle entrega de una pluma y un reloj que allí se conservaban de Antonio Amigo y que los nazis le habían requisaron al entrar en el campo.

El reloj sigue marcando la hora en la que volvio a llegar al pueblo de Cortegana varias decadas despues, y la pluma aun tenia restos de tinta. Asi permanecerá el resto de los días.

Datos de Antonio Amigo Sánchez:

10378, 3982 Oficinas centrales en Bad Nenndorf.

Números asignados: 30290, Nº 10734, Nº 10238, Nº 2, Nº 10378, 3982 Oficinas centrales en Bad Nenndorf.