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Francisco Castillo Guerrero nació en Escúzar, provincia de Granada, el 11 de agosto de 1914. Mayor de una familia de campesinos con once hermanos empieza muy joven a trabajar ayudando a las faenas del campo. En los años treinta la situación de sus padres había mejorado. Pudieron comprar un rebaño de ovejas, un carro y una cisterna para llevar agua potable a los pueblos de los alrededores. Va a menudo a Granada la gran ciudad donde se hace amistades y desarrolla su consciencia política impregnado ya de la sensibilidad socialista de su familia.
Al estallar la guerra en 1936 entra en la lucha contra los rebeldes como voluntario. Primero en la defensa de Málaga, luego en Albacete, y Guadalajara. Integra una de las cincuenta unidades de guerrilleros que siguen un entrenamiento intensivo para organizar sabotajes, misiones de información, etc…
En marzo de 1939 encerrado con muchos otros republicanos en el cuartel militar de Guadalajara consigue escapar de los franquistas y empieza la huida hacia Valencia, Barcelona hasta el paso a Francia por los Pirineos. Como muchos de sus compatriotas lo llevan al campo de Argelès-sur-Mer. Mas tarde entra en la 169 Compañía de Trabajadores Extranjeros en los Alpes. Después del armisticio trabaja en una fábrica química y se incorpora en la Resistencia Francesa a la cual aporta su experiencia del combate. El 14 de abril de 1944 lo denuncian y es detenido por la Gestapo en Chambéry. Lo entregan a las autoridades alemanas. Es internado en el campo de Compiègne y llevado el 21 de mayo hacia el campo de Neuengamme al cual llega el 24. Su número de matrícula será 32028. https://collections.arolsen-archives.org/en/search/person/3629034?s=32028&t=222864&p=1
Después de trece meses trabajando en una fábrica de aviones y bombas (vea el relato « Un día de vida en el campo ») es liberado y evacuado a Francia el 28 de mayo de 1945. Muy debilitado pesando apenas 37kgs le mandan a una casa de reposo en Haute-Savoie. Alli se hace amigo con un enfermero español Miguel Abad padre de su futura esposa.
Francisco se casa con Gloria Abad en 1947 en Saint-Etienne. Comprometido en la lucha contra el franquismo participa activamente en actos organizados por el Partido Comunista Español y en la vida asociativa de los españoles exiliados en la región de Saint-Etienne.
Tres niños nacen del matrimonio : Gloria en 1948, Sergio en 1951 e Isabelle en 1960.
Francisco sueña con volver a su país y ver a su familia pero no podrá hacerlo hasta el año 1969 cuando una ley de amnistía le permite pasar la frontera. Treinta años han pasado su padre ya no vive. Una gran emoción será volver a abrazar a su madre, hermanas y hermanos excepto su hermano Agustín desaparecido en los combates del Valle de Aran en el año 1944.
A partir de entonces vuelve a España con regularidad a pasar las vacaciones pero los hijos establecidos en Francia y la edad avanzada no le permiten realizar su sueño de vida permanente en España. Sin embargo el interés de sus hijos por España le dan una gran satisfacción. Gloria y Sergio pasaron varios años en Granada en los años 1970. Sergio se dedica a la escultura a partir de los años 1990 y dedica una parte de su obra a honrar la memoria de los exiliados republicanos españoles. (vea la sección « La terre et l’exil » en la página web https://www.sergecastillo.com/
Francisco se jubila en Alès en el sur de Francia donde muere en 1997.
En 2010-2011 la exposición « Engagement dans l’exil, une famille de républicains espagnols » en el museo de la Libération de Paris muestra obras de Gloria, Sergio y cinco de sus nietos sobre la historia de sus abuelos y a través de ellos de todos los españoles que tuvieron que huir de la barbarie franquista. Desgraciadamente Francisco ni su esposa Gloria que desaparece en 2005 no pudieron ver esta exposición.
Abierta en el Museo de la Libération de París una exposición sobre el exilio español
Relato de Francisco Castillo Guerrero
“Un día de vida en el campo”
Llegamos al campo a final de mayo. Después de varias semanas en el campo de Neuengamme nos llevaron a un kommando alejado de unos 200kms en Watenstadt Salzgitter para trabajar en una fábrica de aviones y bombas.
El verano y el otoño fueron duros pero el periodo invernal fue terriblemente agotador. Hacia un frio tremendo ese año en Alemania -20°. Teníamos que levantarnos a las 5h de la mañana todavía de noche. Y todos los días era lo mismo. Con gritos « raus ! » fuera ! y con silbidos las SS nos apresuraban a salir de la barraca. El día de la llegada nos dieron una escudilla en la cual teníamos que hacer un agujero para atarla a la cintura con una cuerda y teníamos que llevarla continuamente incluso trabajando.
En cuanto nos levantábamos teníamos que ponernos en formación delante de las barracas de madera. Vestidos con ropa de rayas y zuecos de madera teníamos que esperar hasta que nos hayan contado y vuelto a contar.
Cada mañana al salir de la barraca veíamos en el suelo por lo menos siete u ocho hombres muertos de frio, hambre y agotamiento. Luego teníamos que andar unos 2 o 3 km hasta la fábrica por un camino bordado por dos hileras de alambradas electrificadas vigilados por las SS con sus perros lobos y que usaban del bastón a la menor ocasión.
La fábrica era inmensa con muchos hornos, máquinas y herramientas para la fabricación de las bombas. Un ferrocarril atravesaba la fábrica para la evacuación de las virutas de acero.
Al llegar a la fábrica las SS nos gritaban que nos pusiéramos en formación y fuéramos hacia nuestra sección. Yo formaba parte de un pequeño grupo de 5 con 4 polacos dedicados a la limpieza. Pero había grupos de 15 o 20 hombres bajo las ordenes de un jefe designado por las SS. Había que ir por obligación a su puesto de trabajo so pena de 25 bastonazos.
Yo en mi desgracia beneficié de unas condiciones no tan terribles ya que con los compañeros de mi grupo en los cuales confiaba plenamente nos arreglábamos para descansar y calentarnos en los sótanos cerca de los altos hornos lo que nos ayudo a resistir.
La jornada se terminaba con la puesta de sol hacia las 7h. Al oír la sirena teníamos que apresurarnos a incorporarnos de nuevo en nuestra formación para la vuelta al campo. Los hombres casi moribundos y esqueléticos parecían moverse igual que maquinas. Frente a ellos el refinamiento en la organización de las SS y su crueldad. Su meta era eliminarnos, humillarnos, rompernos la moral.
De vuelta al campo había que ir a la ducha fría por supuesto. Era tremendo. No teníamos nada para secarnos. Teníamos que pegarnos unos a otros para calentarnos y secarnos con nuestra ropa polvorienta, llena de manchas y alimañas. Era horroroso. En formación otra vez volvíamos a la barraca y nos daban una sopa de agua clara antes de ir al camastro.
En aquella situación de ruina humana había un espíritu de solidaridad y una organización política clandestina. Cuando uno de nosotros era victima de maltratos o estaba en la enfermería donde los hombres casi morían de hambre cada uno le daba un poco de su sopa e intentábamos llevarla a los más débiles. Los domingos eran para las faenas de limpieza de las barracas y demás.
Durante los trece meses que pasé en el campo el invierno fue lo más agotador. Dos veces me condenaron a 25 bastonazos. Me dejaron exhausto. La segunda vez me llevaron a la enfermería en un gran estado de debilidad.
Algunos días mas tarde las SS fueron sustituidas por soldados. Nos dábamos cuenta que algo importante pasaba. La enfermería fue evacuada con camiones entoldados. Una vez salidos del campo me escapé y me junté con un grupo de compañeros del campo y civiles que huían del avance de las tropas soviéticas. Luego el ejército soviético se encargo de nosotros y nos cuidaron sus enfermeras. Evacuado a Francia estuve unos días en el Hôtel Meurice.
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Biografía y relato transcrito por Michelle y Serge Castillo.
Otras fuentes consultadas:
Dossier Service historique de la Défense, Caen SHD/ AC 21 P 723330